miércoles, 30 de enero de 2013

La cosa que más duele en el mundo

No sé si será que somos inmunes a la mentira, acostumbrados como estamos a ella, o si preferimos ésta a verdades que duelan.
Hoy hablamos de las mentiras infantiles, aquellas que aún no tienen maldad. Pero que no deben ser vistas como algo positivo, sino que hay que fomentar un clima de verdad, en el que adultos les demos ejemplo a los niños de que no mentimos ni engañamos, y en el que les reforcemos positivamente cuando nos estén diciendo la verdad.
Pero ¿para qué sirve la mentira? Pues bien, hay autores que nos dicen que ésta cumple una función defensiva, puesto que se utiliza para defender a aquel que miente. Así, la persona que miente, y en concreto esto se nota más en los niños, se estaría alejando de una impresión dolorosa o no placentera. Para el niño sería normal tender a disminuir la importancia de las primeras impresiones dolorosas y hasta negarlas (Anna Freud). Otros autores consideran que entre las motivaciones inconscientes de alguien que miente están la intolerancia a la frustración, por ello se construirían mentiras. Y es que la verdad, y muchas veces la verdad sobre ti mismo, puede doler.
Un niño puede mentir para evitar el castigo, porque le dé vergüenza que vean lo que ha hecho, para que sus padres no se enfaden con él o para protegerse a sí mismo o a otras personas. Por eso hay que dejarles claro que las consecuencias no serán negativas si nos dice la verdad, sino que es la mentira la que trae estas consecuencias. Quizás nos mienta porque cuando ha dicho la verdad nos hemos enfadado excesivamente. Por esto hay que ser comprensivos, sin llegar a ser permisivos. Es difícil conseguir el equilibrio pero se puede. Además hay que tener cuidado a la hora de hablar de que hemos engañado o mentido a alguien y que nos hemos beneficiado de esto, puesto que no olvidemos que se aprende con el ejemplo.
Lo cierto es que es importante que los niños sepan las consecuencias positivas de ser sincero y honrado y las negativas de las mentiras, como la pérdida de confianza en la persona que miente. Y que se pongan en el lugar de personas que son engañadas por mentiras, mediante la empatía. Para esto, igual que para todo, nos servirán los cuentos. A través de cuentos ellos podrán ver estos aspectos de los que hablamos.
Para los más pequeños, os recomiendo La cosa que más duele del mundo, de Paco Livan. Se trata de un cuento tradicional africano que parte de la hipótesis de que la mentira es lo que más duele en el mundo. Así lo dice la liebre y se encarga de demostrarnos que es cierto. Es un libro divertido que emplea el recurso del humor para llevar a la reflexión. Y los niños podrán ver cómo aquel que miente lo acaba pasando mal.
Para niños no tan pequeños, a partir de 8 años, El secreto del huevo azul, de Catalina González Vilar. En él, el protagonista, por miedo a decir que ha cometido un error decide mentir. A partir de su mentira, entre en el País de las Mentiras, en el que se hace un repaso de todos los tipos de mentiras más comunes. Es un libro muy original y de verdad os la recomiendo porque transmite valores positivos y ayuda a comprender las consecuencias de las mentiras. Además de que tiene unas magníficas ilustraciones.
Elsa Punset, en su último libro Una mochila para el universo, dedica un capítulo a la comunicación no verbal y dentro de esta, a las mentiras y a cómo se puede saber si alguien está mintiendo. Ella destaca que cuanto más conozcamos cómo se comporta alguien, mejor sabremos si está mintiéndonos. En nuestra sociedad actual es más fácil mentir, puesto que cuando vivíamos en pequeñas comunidades, nos dice Elsa, era más difícil mentir puesto que te conocían muy bien todos. Nos dice también que comenzamos a mentir sobre los cuatro o cinco años y que los niños no lo hacen por maldad, sino para experimentar con el lenguaje. Y luego continúan para suavizar la realidad (y para los fines de los que hemos hablado antes)
Por tanto, mentir con maldad es algo negativo, suavizar la realidad…en ocasiones también.

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